Seguro que conoces a esa persona que tiende a quejarse por todo.

O a lo mejor te ocurre a ti.

No importa en qué área.

Trabajo.

Familia.

Amigos.

Sociedad, política, economía…

Quejarse por todo como una justificación de la propia inacción.

Porque la queja generalmente tiene por objeto cualquier cosa menos solucionar aquello que la provoca.

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Una queja se parece más a una excusa.

Para no tomar responsabilidad o procurar reparar el daño que se ha producido.

Además, la queja suele producirse desde una posición de juicio, donde piensas que tú tienes la razón.

Algo que te puedo asegurar nunca es del todo verdad.

¿Cuáles son entonces las motivaciones?

Cuando quejarse por todo se convierte en un hábito

La queja puede producirse de tres maneas diferentes:

  • De manera interna a través de un diálogo interior
  • Compartiendo la queja con terceros no implicados
  • Quejándose directamente

En cualquiera de las tres opciones, la queja tiene un fondo de resentimiento y frustración.

Casi siempre porque se ha producido un incumplimiento de las expectativas que te has creado.

O te han creado.

Lo que inevitablemente genera un estrés improductivo y vacío.

El caso es que la queja no busca la acción ni la solución.

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Solo la reafirmación e incluso a veces la validación externa.

Quejarse por todo de manera interna provoca un diálogo interno recursivo que tiene una toxicidad elevada.

Algo que no te ayuda y que te impide ver las oportunidades que la situación por la que te quejas puede reportar.

Instalarse en la queja es también una forma muy fácil de encontrar una excusa que te proteja.

Creer que tienes razón y que son los demás los que tienen que solucionar lo que ha ocurrido.

Demasiado fácil.

Cuando la queja se comparte con terceros no es mucho mejor.

Esta queja busca la validación y provoca siempre un empeoramiento del ambiente que te rodea.

Incluso la validación, si se produce, es parcial y relativa.

Ya que en muchos casos también das a los demás motivos para verte como quien ha hecho de quejarse por todo en su razón para buscar la aprobación de los demás.

Pero incluso aunque la queja se dirija de manera directa, tampoco es una buena opción.

Con esta queja no buscas la solución sino el reproche.

Ponerte por encima del otro.

Para que reconozca sin condiciones tu forma de ver el conflicto alejando la acción y la responsabilidad de ti para hacerla recaer en los otros.

¿Para qué quejarse por todo entonces?

¿Qué hacer en lugar de quejarse por todo?

En muchos procesos de coaching escucho el tema de la queja recurrente.

Propia o ajena.

La queja vacía que solo consigue que nos quedemos en un mismo lugar rodeándonos del reproche como propósito para defender nuestra zona de confort.

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Una zona que cada vez se hace más pequeña desde ese lugar donde no tiene cabida el diálogo.

Sin embargo, es posible romper ese patrón.

Desde la empatía y la autocompasión.

A través de la exposición de nuestro punto de vista del problema.

Buscando opciones de acercamiento a la otra parte.

Escuchando de manera activa y desde la empatía lo que el otro nos tiene que proponer.

Simplemente con esta sencilla acción, la energía que se libera es positiva y enfocada a la solución

Donde no se busca culpables.

Ni se juzga a nadie.

Aportando nuestra intención para salvar la situación.

Si eres alguien que tiende a quejarse por todo, te invito a hacerte una pregunta.

¿Qué escondes detrás de esa queja?

¿Qué precio pagas por mantenerla?

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